jueves, 26 de noviembre de 2009

La denuncia: “nunca me conociste y nunca me conocerás”, le dijo.


Suicida fue al lado de él. Ella, gustosamente, disfrutaba la pena que él sentía cuando pensaba en la muerte. El desvelarse les divertía: ella, en la noche, con sus pensamientos y él, todo el día, con sus películas.
La llaga de los dos fue por infinitas voces que perforaron su amor. Pero quién puede cuestionar la Voz de los que saben de amor. Hoy, en este mundillo, la cláusula es: no se debe sufrir por amor. Está escrito en el deber humano que todos deben hablar y escoltar a los amantes prohibidos por la naturaleza. El diablo sentenció, eran penosas criaturas para amarse; y Dios le dijo: rézale a Santa Lucía que ella te cuidará de esa loca. Sí, estuvieron ahí, juntos, fueron locos, así los juzgó la historia. ¿En qué momentos estos inmaduros se unieron para dar de comer a la disconforme humanidad?
Hoy, ella se hamaca en su cuna creyendo que está sentada en los brazos de él. Escucha la frase qué él nunca le dijo: “nunca me conociste y nunca me conocerás”. Satanás no te rías, ella no oye una voz sino que siente esa voz, como si fuese la imagen velada por él de un espejo hecho mierda y que refleja su rostro, es ese espejo lo que él utiliza para sajarle su corazón. ¡Mierda!, escucha frases sin que salgan de su boca y ve su rostro partido en un reflejo, cada vez confirma más su cuadro de locura. Ya no sólo siente que violan su corazón con voces sino que su amado utiliza armas veladas para atacarla. Creo que yo no sé bien la historia que estoy relatando. Pero sí siento olor a sangre en esta prosa, ahora quiero parar de escribir esta historia que no tiene sentido porque me está hundiendo en un relato de dos cobardes; miseria y crueldad de los que lo rodearon. Acelero el final porque me angustia escribir esto que no tiene música, que no es ni historia, ni prosa. Sólo cuento esto porque debo denunciar que acá, hubo un homicidio y fue contra un hombre. Ella está encerrada en un loquero porque agonizó relatando que recibió el saludo de despedida del muerto, de su amor: “nunca me conociste y nunca me conocerás”, le dijo. Él la mató con esa denuncia.