lunes, 4 de enero de 2010

Un día más.


Llegó el 2010 y arrancó con mucha fiesta, mucho descontrol. La gente que me rodeaba estaba vacía y llena como un ser humano. Las drogas, el alcohol, las mentes insanas por naturaleza estaban todas juntas. Los extraños de la ciudad estaban recibiendo el año nuevo en la periferia.
No se trata de un movimiento, ni de gente que quiere ser,…eso que no me gusta decirlo. Sólo un sentimiento hacía que todos estemos ahí: no lo sé. Todo era inevitable, no se podía escapar ni del bien, ni de mal.
Un día más pasó,…y yo sigo escribiendo lo poco que entiendo de la vida. Lo que sí comprendí, el primer día del año, es que nadie es IMPRESINDIBLE. Tanta gente ese día era nada importante, yo era nada importante. Prometí, un día más voy hacer feliz haciendo lo que me gusta. Volví de la fiesta y arranqué escribiendo mis observaciones y mi literatura de diseño. Consumí mi droga y me eché a sentir el mejor orgasmo: mi escritura mezclada con mis ideas. Tanta satisfacción sentí, que acabó en mi boca y quedé pensando qué gusto tienen las palabras. Él me dijo: tú mirada es de diseño, como tus drogas. Volteé, cerré el cuaderno y ya nadie me hablaba. Me dormí.
Desperté con mi subjetividad y me inyecté en mis venas mucho sol y salí acariciar el día sin compañía, sin cerebro. ¡Qué buena son las mezclas de realidad y ficción!, enterrándola en mi vena y paleando para sacarla debajo de la tierra. ¡Pum!, caigo con una sobredosis en el piso y se desparrama lo más estúpido de mí: la inconsciencia no académica.