viernes, 21 de mayo de 2010

Por ahí voy: ¿ quién me espera?

Voy de acá y para allá. Nadie entiende dónde voy. Sin embargo, a mí no me interesa esta tensión del tiempo-espacio. La melancolía me acompaña siempre porque en cada lugar que estuve recuerdo lo que hoy no tengo. Lo que fui, los olores, la gente, los amigos, la familia, las sábanas…
Analíticamente miro la vida cómo me pasa y nos pasa pisándonos. La desmenuzo hasta poder encontrar similitudes con mi psiquis inconsciente de la realidad que ya no sé si es sensible o real. Lo bueno es que no me detengo ahora y puedo mirar mis recuerdos. Me encantaría que mi mundo sean todos esos pedacitos que no conocí. Pero, esos lugares ya no están más en mi cabeza y es ahí cuando yo me pego contra la pared y digo: no me importa el reloj, ni los días, ni los años, ni el lugar.
Los pequeños detalles de lo vivido forman hoy mi yo. Hay una fuerza domínate que no puedo hacerme la boluda y es que la edad me subasta al tiempo. Sigo, sigo tratando de darle la espalda a la identidad que conforma el marco conceptual de mi subjetividad: el afuera, los otros, mi genealogía.
Todavía no encontré el amor, ni su significante, ni su metáfora. Ermitaña y melanco-oleosa, palabra inventada dialécticamente que en síntesis me define como una enamorada de las prosas poéticas y una individualista escultora del hablar de mi y de mi subjetiva mirada a la realidad o no realidad. ¿Estamos vivos o somos la inexistencia de una sensibilidad que sólo un Todo Poderoso puede saber si existimos? Si no puedo salir de “esa”, entre comillas, concluyo que lejos estoy de poder encontrar el amor hacia vos. Mas sólo siento: una sensibi-libida en los sueños.